"Mi vocación fotográfica nace de la búsqueda incansable de 'la luz' capaz de iluminar un mundo personal lleno de sombras", declara Diego Orlando en este profundo manifiesto artístico. El fotógrafo donostiarra define su trabajo como "un viaje complicado, introspectivo, apasionado y poético" que fusiona diversas disciplinas de las Bellas Artes para interpretar su universo más íntimo.

Orlando rechaza explícitamente el culto a la nitidez técnica: "Mi trabajo no nace ni se presenta con el objetivo de reflejar la destreza en la ejecución de la que puedo ser capaz, ni por la capacidad de nitidez que hoy ofrece la técnica, con millones de megapíxeles a nuestro servicio". En cambio, el "efecto flou" que baña sus fotografías funciona como "una forma de protesta contra el purismo académico analógico actual". Su experiencia en arquitectura de interiores y antigüedades lo acerca al movimiento fotográfico pictorialista del siglo XIX, al "claroscuro" de Caravaggio, a la luz del maestro venezolano Armando Reverón y a referencias cinematográficas de Bertolucci y Visconti. Crea "fotografías exclusivas limitadas por su tirada y tamaño", obras "preciosas o barrocas con profusión de detalles, llenas de alegorías ocultas y laberintos escondidos en sus sombras, telas y texturas", incorporando "las técnicas digitales y pictóricas más actuales" en la edición y composición final de las imágenes.